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Descripción

No hay muchas lámparas que, sin necesidad de brillos ni excentricidades, logren decir tanto con tan poco. Esta lámpara de mesa, tallada en madera paraíso con una pantalla de lino de forma ovalada, tiene una presencia que no se impone, pero sí transforma. Es de esas piezas que parecen elegidas a propósito, que no se compran “porque sí”. Tiene carácter, tiene calidez y tiene diseño, pero sobre todo, tiene coherencia con los espacios que respiran calma.

La madera no es barnizada, ni opacada con recubrimientos sintéticos. Se siente y se ve como debe: cruda, viva, con sus vetas marcadas, como un trazo de la naturaleza puesto sobre tu mesa. No vas a encontrar dos lámparas iguales porque el paraíso no se fabrica en serie. Se elige, se corta, se pule, y queda así, con esa textura entre dorada y terrosa que combina con paredes blancas, fondos grises o muebles más oscuros. Es de esas piezas que no necesitan combinar: armonizan.

La pantalla, confeccionada en lino, tiene forma ovalada. Ya eso le da otra lectura. No es un tambor, no es cónica. Es un óvalo limpio, de líneas simples pero elegantes. Su superficie tejida filtra la luz como si fuera una gasa luminosa. Encendida, crea un halo que no encandila, que no invade, pero que está. Aporta un clima que se siente cuando entrás a la habitación. Apagada, mantiene su elegancia, como una escultura liviana esperando ser protagonista otra vez.

Está pensada para espacios donde la iluminación tiene intención. No va para cualquier lado, sino donde quieras marcar un punto de enfoque sin ser literal. Sobre una mesa de noche con libros apilados y una planta colgante, en una consola de entrada junto a una obra de arte enmarcada, o sobre un escritorio de madera cruda donde el diseño acompaña sin gritar.

No se trata de funcionalidad disfrazada de diseño. Acá lo visual y lo técnico conviven. Tiene cable con interruptor manual, rosca E27 lista para bombillas LED cálidas o filamento visible, estructura interna de metal para que no se deforme y proporciones pensadas para muebles reales: ni grande que abrume ni tan chica que pase desapercibida.

Y más allá de los datos duros, lo importante es lo que transmite: sensación de hogar, de silencio, de objeto elegido con criterio. Quien la tenga no va a decir “me compré una lámpara”. Va a decir “mirá esta belleza”. Porque cuando algo está bien hecho, se nota. Y cuando algo se nota, se recuerda.

No es solo una lámpara de mesa; es una declaración silenciosa de buen gusto. Cada componente fue pensado para quienes valoran lo esencial, lo duradero, lo estéticamente honesto. La madera paraíso aporta nobleza. El lino, textura. La forma ovalada, diferencia. Todo está diseñado para acompañar, no para imponer.

Y en ese acompañar, esta lámpara tiene muchas funciones que no se resumen en “iluminar”. Sirve para crear momentos. Para bajar la intensidad del día cuando el sol se va. Para sentarte con una copa de vino y un disco de fondo. Para leer ese libro que venís postergando. Para invitar a que la casa se vuelva hogar.

Funciona en decoraciones cálidas, en espacios minimalistas, en propuestas bohemias o modernas. No está atada a una moda, ni a una tendencia. Y justamente por eso, no va a pasar de moda el año que viene. Ni dentro de diez.

Es un objeto que dice sin decir. Que muestra sin ostentar. Que se queda en el recuerdo de quien la ve, y genera esa reacción genuina de “¿Dónde la conseguiste?”. Y vos sabés que eso no pasa con cualquier lámpara. Solo con las que valen la pena.