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Hay objetos que no se explican por sus partes, sino por la forma en que hacen sentir. Este velador de madera paraíso y pantalla metálica —en versión negra o blanca— no es una lámpara más: es una declaración de estilo crudo, urbano y natural, todo en uno. Es como si un diseñador nórdico se hubiera escapado a un taller de carpintería artesanal en Argentina y hubiese creado algo que no entra en etiquetas.
La base de madera paraíso tiene ese tono dorado suave que parece haber absorbido décadas de sol. No está pintada, está trabajada. Se le siente la veta, el pulso de la materia. Es la clase de objeto que uno quiere tocar. No hay barnices brillantes ni efectos artificiales: la belleza es la madera misma. El corte recto y macizo contrasta de forma elegante con la pantalla metálica, generando un equilibrio perfecto entre lo cálido y lo industrial.
Y hablando de esa pantalla: no es solo un accesorio. Es un personaje. Ya sea en negro mate —dramático, sobrio— o blanco opaco —liviano, limpio—, la pieza metálica define la dirección de la luz con precisión, generando una iluminación focal que podés controlar con sutileza. Nada de luz difusa que inunda el ambiente: este velador lanza luz como una idea clara. Te acompaña cuando necesitás foco, y se retira cuando el descanso manda.
Funciona perfecto en escritorios creativos, donde el diseño no es decoración sino una herramienta de inspiración. Pero también se luce en una mesa de noche moderna, al lado de una pila de libros o un vaso de agua. En una repisa con objetos de autor. O sobre un aparador bajo, marcando presencia sin necesidad de volumen.
Tiene proporciones pensadas: ni chico de más como para pasar desapercibido, ni grande como para exigir espacio. Su cable es negro, sobrio, sin decoraciones innecesarias. Usa bombilla tipo E27, ideal para leds cálidos o de filamento retro. Y si bien tiene alma minimalista, no es fría. Su combinación de materiales nobles con diseño intencionado le da una calidez moderna difícil de encontrar.
Este velador no se compra. Se elige. No grita, pero llama la atención. No imita, pero dialoga con todo. Es de esas piezas que no se explican por sus especificaciones, sino por lo que transmiten. Te vas a dar cuenta cuando lo pongas en tu casa y veas cómo el espacio cambia. Cómo algo tan simple puede sentirse tan propio. Así de potente es su lenguaje.
No está pensada para cualquiera. Está pensada para quienes valoran el diseño como lenguaje silencioso. Para quienes saben que una buena lámpara no solo alumbra: acompaña. Este velador es una de esas piezas que levantan el nivel sin esfuerzo, como un buen cuadro, como una silla bien diseñada. No pide permiso, pero tampoco molesta. Se acomoda y transforma.
A quienes se obsesionan con los detalles, les va a encantar descubrir que la pantalla metálica tiene un acabado mate que evita reflejos. Que el interior está pintado en tono neutro para optimizar la proyección. Que la base tiene un peso justo para evitar caídas, incluso en mesas pequeñas. No hay nada dejado al azar. Todo está resuelto, pero sin que se note.
Si buscás una lámpara más, esta no es. Si buscás una pieza con identidad, con carácter, que mezcle diseño con honestidad material, llegaste. Porque no está hecha para combinar con todo. Está hecha para destacar.
Y sí, tiene toda la onda. Pero también tiene lo que importa: calidad, durabilidad, alma. No es solo un producto. Es una pieza que cuenta una historia —la tuya, en tu espacio.